Cuando estuve de viaje en Paris en Semana Santa, no paraba de ver tiendas de alfombras tipo «kilim» y en cada una que me paraba me quedaba totalmente embobada y es que, no lo puedo evitar, me encantan estas telas!!! Por desgracia no era ni el momento ni la mejor ocasión para comprar una de estas maravillas artesanales, y es que entre otras cosas, volaba de vuelta con Ryanair y como os podéis imaginar llevarme una a casa era totalmente impensable…
Lo que tengo claro, es que cuando me de por poner alguna alfombra en mi casa, por lo menos en alguna habitación, será un Kilim.
Llevo casi dos años viviendo fuera de casa de mis padres y el tema alfombras lo tengo un poco olvidado, ahora mismo en toda la casa hay sólo dos en el salón que además son heredadas y de momento así me quedo aunque llegará el día en que me haga con un impresionante kilim, no sé cuándo, pero llegará.
Como muchos de vosotros sabréis, un kilim es una tela normalmente de lana y de estilo árabe que sirve no solo de alfombra si no también como tapiz. Lo que le diferencia de una alfombra es que el kilim es un tejido liso y no elaborado a base de nudos. A medida que se teje se realizan dibujos con el fin de expresar sentimientos. Cada kilim puede tener símbolos muy distintos. Su valor reside sobretodo en su antigüedad.
Os dejo con algunos ejemplos que más me han gustado no solo por la tela en sí, sino que además me parece que están puestos en lugares y habitaciones con muchísimo gusto y que aportan un aire muy acogedor, familiar y sobretodo especial.
Lo que más me gusta es que un Kilim encaja en cualquier espacio y con cualquier estilo